La importancia de llamarse Ernesto

El título del post es el de un libro escrito en 1985 por Óscar Wilde, pero a mí me viene al pelo para contaros lo que vengo observando desde que estoy aquí.

Cuando un chico se llama Antonio, Alberto o Alejandro y una chica se llama Ana o María todo el mundo sabe pronunciar su nombre, sea cual sea su nacionalidad. Sin embargo, la gente aquí lo pasa fatal para pronunciar mi nombre: siempre me piden que lo deletree y les enseñe cómo se pronuncia. Normalmente me llaman "Yaime", "Haime", "Haima" o cosas que no he sido capaz de entender todavía, jajaja.

Llevo ya dos días de clases y papeleos (muchos papeleos). De momento me defiendo con las clases en inglés, espero no perderme cuando la cosa se vaya complicando y vayan apareciendo términos técnicos.

Tengo clase en tres facultades: la principal (todavía no sé cómo se llama), Electrónica y Arquitectura.

La principal está a diez minutos andando de la residencia, y además es un camino precioso rodeado de bosque por todas partes. La verdad es que da gusto ir así a la Universidad. Además vas viendo salir a todo el mundo de sus respectivas residencias y todos cogemos como hormigas el mismo camino. Hoy concretamente ha hecho muy buen tiempo (aunque eso significa que he ido todo el día en sudadera, jajaja) y el paseo de por la mañana ha sido agrable incluso a pesar de haber madrugado.

Las otras dos facultades (Electrónica y Arquitectura) están a unos 10 minutos una de la otra, las dos en el centro de la ciudad. ¿En qué se traduce eso? En 1 hora de ida y otra hora de vuelta hasta la residencia. Cojo dos trolebuses, uno hasta el puente de Mindaugas y otro hasta la facultad.

 

Como véis, he aprovechado el camino de hoy y he ido haciendo algunas fotos. La verdad es que, como he ido diciendo a los que me han preguntado cómo es esto: "La Residencia muy regular, el resto es increíble". Os dejo con un par de fotos más. Son la torre de la Catedral y un taxi de aquí. Espero que os gusten.

Besos y abrazos.

Jaime.